En los días transcurridos desde el 1º de mayo –cuando distintos comandos armados lanzaron un ataque en Guadalajara que dejó ocho personas muertas y más de quince heridos– la sociedad tapatía ha debido resignarse a seguir haciendo su vida.
Está claro que Enrique Peña Nieto no es un ejemplo de elocuencia ni de corrección verbal. Ahora bien: ¿qué implica eso con respecto a las funciones de su cargo, al rumbo de su administración y a la comprensión que los ciudadanos tenemos de una y otra cosa?