La cañada que divide los municipios de Chenaló y Aldamá (Chiapas) se pobló de trincheras y los disparos de los paramilitares expulsaron a los pobladores de su comunidad. Era junio de 2016.
Los comuneros, indígenas tsotsiles, se refugiaron en lo alto de la montaña durante más de un año. Bebían agua infectada, la comida escaseaba.
La familia de María Magdalena buscó una solución: bajar a su comunidad, Cocó, furtivamente cada noche para cavar una trinchera debajo de su cocina. Así podrían cocinar para comer tortillas de maíz y frijoles
Este campamento de refugiados no es el único del Estado. Al menos 25,000 chiapanecos han sido desplazados desde 1994, después del levantamiento zapatista, por los grupos paramilitares.
En enero de este año la familia de María Magdalena regresó a su hogar acompañada del Ejército, que instaló una base en la comunidad. Pero a los pocos días los disparos volvieron. El conflicto todavía continúa.